Fue en un tiempo de autoconocimiento cuando descubrí la Joyería. Había estudiado Publicidad y a mis 21 años tenía un título y ningún interés por dedicarme a ello. En esa confusión y búsqueda interna por lo que sería mi futuro, conocí el mundo de la joyería, y me encantó la idea de poder aprender a trabajar con el fuego y los metales. Empecé el 2005 haciendo un pequeño curso introductorio, y al año siguiente me fui a vivir a Santiago para estudiar la carrera de Joyería en la Escuela Artes del Fuego. Nunca había estado tan segura de algo en mi vida, ese era mi camino! Luego quise seguir aprendiendo nuevas técnicas: el engaste, la filigrana, el tallado en cera, grabado, entre otras… La joyería es un mundo gigante de posibilidades, y explorarlos ha sido un regalo.
De corazón nómade, mi vida ha estado marcada por largos viajes. En ellos me he inundado de los símbolos, colores y culturas de Oriente, descubriendo diferentes patrones estéticos, técnicas de
joyería y piedras preciosas, que han marcado profundamente mi visión del arte.
Las sincronías del Universo me llevaron a conocer al hombre que sería mi compañero de vida, un amante de las piedras y los viajes como yo. Fue así como empezamos a trabajar juntos, él buscando
los más lindos cristales y yo haciendo las joyas.
Buscando nuevas inspiraciones decidimos irnos junto a nuestros hijos a Bali, la isla de los Dioses y los mil templos, donde el arte se respira en cada rincón.
Ahí estuve trabajando con maestros joyeros que han perfeccionado su oficio a través de generaciones, con los cuales pude aprender la ancestral técnica de la filigrana balinesa. Este conocimiento
combinado con una especial conexión con las piedras y cristales que trabajo, me han permitido
poder expresar mi mundo interno a través de las joyas, crear pequeños universos llenos de intención y magia, donde las piedras son las protagonistas y todos los detalles que la rodean nacen para
resaltar su propia belleza y poder.
Una joya.